Comentario
A diferencia de Grosz y Dix, Max Beckmann era un académico con prestigio, que se movía a gusto en los ambientes todavía impresionistas de la Secesión berlinesa. La guerra le enfrentó con la realidad y supuso el cambio decisivo para él y para su pintura, tanto en los temas como en la forma. En 1917 se inicia en esta orientación realista y agresiva, que cultivaba Grosz. Las nuevas realidades se unían a su formación tradicional, y obras como el Descendimiento de la cruz, de 1919 (Nueva York) debe mucho a El Bosco, Grünewald y Brueghel; casi tanto como al cubismo, en la concepción espacial de un espacio dramático y claustrofóbico, que sus figuras, sólidas como si fueran esculturas, y claramente delimitadas en sus contornos, ocupan por completo, creando una fuerte tensión dramática. Aunque no tiene una actividad política tan definida, visita Berlín en marzo de 1919 y fruto de esa visita es su serie de grabados El Infierno, retrato de la ciudad que ve: La calle, La noche, Martirio, El hambre, Los últimos..., imágenes de pesadilla cotidiana, de sadismo. La violencia y la crueldad aparecen en figuras que se retuercen y gritan en la tortura. Su formación oficial y su afición a lo literario es evidente en el tríptico Partida, de 1922-23 (Nueva York, MOMA), una forma tradicional en la pintura occidental que él emplea, cargándola de nuevo sentido, con figuras simbólicas, en escenas alegóricas no siempre fáciles de descifrar, en las que expresa sus experiencias en lo que él mismo definió como realismo trascendental.Beckman trabaja en Frankfurt hasta 1933 y desde entonces en Berlín hasta que emigra a Estados Unidos en 1937, con el sambenito de artista degenerado.